LO IMPOSIBLE

Agua, sudor y lágrimas.


En el cine español hay talento, aunque a veces nos empeñemos en no darlo a conocer. Más allá de los eternos clichés y sambenitos que nosotros mismos nos colgamos –muchos de ellos ganados a pulso, todo hay que decirlo- lo cierto es que, en lo que al séptimo arte se refiere, tenemos un plantel de guionistas, directores, técnicos y demás fauna artístico-creativa que bien hilvanada pueden llegar a parir auténticas joyas, siempre y cuando se alineen los astros oportunamente claro está. Si además se cuenta con una cantidad insultante de dinero que financie la película, pues mejor que mejor. Y no es que esto último sea imprescindible para hacer una obra de calidad, pero que ayuda lo suyo también es más que evidente.

Por supuesto, también tenemos mucha mediocridad y mucho parásito en la industria, pero no creo que este post sea el adecuado para hablar de ellos. Quizá en otra ocasión…

Bien, el caso es que ya tenemos Lo Imposible en las carteleras, segundo largometraje de Juan Antonio Bayona (El Orfanato) que cuenta con un reparto internacional nada desdeñable (encabezado por Naomi Watts y Ewan McGregor), inspirado en la historia real de una familia que sufrió la tragedia del tsunami que arrasó Tailandia a finales de 2004  y que está petando las taquillas. ¿Merecidamente? ¿Es esta una de esas ocasiones en las que hay motivos para sacar el orgullo patrio por nuestro cine sin complejo alguno? Vamos a verlo.

Lo primero que hay que dejar claro de Lo Imposible es su objetivo, que no es otro que buscar y tocarle la fibra sensible al espectador hasta hacer que llore a moco tendido. Esto es tan cierto como evidente: es una película diseñada y hecha a conciencia para removernos el corazón, inyectarnos en vena el dolor de sus protagonistas y, finalmente, llevarnos a una catarsis lacrimógena de padre y muy señor mío.

Esto es algo que se ve venir ya desde el arranque de la película en el que sutilmente nos van acondicionando para lo que se avecina. Los primeros minutos nos presentan a la familia protagonista en el inicio de lo que creen van a ser unas idílicas vacaciones. En esas breves escenas introductorias, donde únicamente somos espectadores del día a día en el complejo hotelero donde se alojan, nos van preparando el cuerpo con una banda sonora melancólica, regalándonos unos aciagos acordes que contrastan con la alegría de las imágenes. Y es que claro, cuando uno empieza a ver como ríen y juegan a la pelota unos niños pequeños en la piscina y de fondo está sonando una música triste de violines y piano, pues es inevitable pensar que algo malo va a pasar. Y vaya si pasa.

La trama se revela tras los terroríficos minutos en los que el tsunami entra en escena. A partir de ahí, el planteamiento al espectador no puede ser más sencillo: conocer la suerte que han corrido los miembros de la familia y acompañarlos en su odisea por reagruparse.

Propuesta simple y, sin embargo, muy eficaz. Pese a lo elemental de la fórmula, la cinta coge un ritmo que no decae en ningún momento consiguiendo que las casi dos horas de metraje sean de una intensidad poca veces vista. Eso sí, a costa de un carrusel de emociones que Bayona consigue entrando en el alma del espectador y, una vez allí, sabiendo tocar la tecla correcta en el momento adecuado.

Y es que a lo largo de la película pasaremos por estados de pura taquicardia, de relativo alivio en tensa calma, de terror, de lágrimas (muchas, pero muchas), de agobiante incertidumbre y, en definitiva, de todo un repertorio de sentimientos que, una vez finalizada la sesión, nos dejará como si nos hubiese pasado una apisonadora por encima a la vez que -sin embargo- nos hará sentir más vivos que nunca. Ese el gran mérito de esta película.

¿Y cómo lo consigue? Pues sin duda uno de sus puntos fuertes es la cuidada y muy dura ambientación. El desastre y la desolación que deja tras de sí el tsunami es tan real como crudo, excesivamente crudo quizá para algún espectador sensible. Habría sido fácil echar más mano del gore, algo que al menos en mi opinión no sucede. Hay sangre, sí, y cadáveres descompuestos, pero no es un recurso del que se abuse especialmente ni tampoco resulta gratuito: está ahí porque tiene que estar, porque Bayona quiere que vivamos la experiencia de la familia tal y como sucedió realmente. 

Otro tanto a favor de la cinta es la impecable factura técnica. Tanto en los aspectos visuales (acertado uso de las maquetas y el croma entre otros recursos), como en el sonido (algunos efectos son realmente aterradores y suenan como si estuviesen dentro de la misma sala). Lo mismo puede decirse sobre el excelente trabajo de maquillaje, que seguro le va suponer una de las muchas nominaciones a los Goya. Aquí escrito lo dejo, para que conste.

Pero sin duda lo que hace ganar más puntos a Lo Imposible, lo que realmente nos lleva a quitarnos el sombrero es la excelente dirección de los actores, un mérito achacable a Bayona (sí, podemos sacar pecho con orgullo español también por esto, ya no es sólo el fútbol). Cierto es que Ewan McGregor y Naomi Watts son dos monstruos de la interpretación, la filmografía de ambos es extensa y variada en papeles (especialmente la del primero), pero no basta tener una buena materia prima: hay que saber sacarle partido y eso es algo que el director barcelonés demuestra con creces. Y no sólo porque consiga que estos dos actores que encarnan a los padres den lo mejor de sí, sino también porque logra que los tres niños que hacen de sus hijos (primerizos todos ellos en un largometraje) estén sobradamente a la altura de los más veteranos. Aquí me veo obligado a hacer un alto en el camino y mencionar especialmente a Tom Holland, que interpreta a Lucas el hijo mayor. Es cierto que en esta película Ewan McGregor muestra uno de las trabajos más desgarradores de su carrera (la escena en la que más lágrimas soltó quien escribe esto es suya y sólo suya), y es cierto también que Naomi Watts hace un papel extremadamente físico y dramático y lo saca adelante con matrícula de honor, pero es que a este crío que es un novato le han encasquetado uno de los personajes con mayor peso en la trama -quizá el que más- y no le hace sombra nadie. En suma, no podría decir qué actores destacan sobre otros porque están todos esplendidos, pero me ha llamado la atención especialmente el papel de este niño porque el reto que tenía delante era muy difícil, y lo ha superado sobradamente. Habrá que seguirle la pista.

No sólo en la dirección de actores se aprecia el buen hacer de Bayona. También en el estilo de rodaje podemos apreciar alguna que otra delicia. Un uso bien aprovechado de la cámara nos regala varias tomas aéreas donde la desolación del tsunami se aprecia en todo su esplendor. Igualmente merecen destacarse las escenas rodadas bajo el agua, algunas de ellas rápidas y dolorosamente violentas frente a otras en las que el director se recrea con la belleza de lo macabro: las tomas de los cadáveres flotando inertes entre los escombros parecen sacadas de un cuadro de pesadilla. No obstante esto, en contadas ocasiones se abusa de ese recurso tan de moda consistente en rodar a modo de cámara al hombro, con el inevitable mareo que a más de uno le suele provocar. Afortunadamente no es ni mucho menos la tónica habitual de la cinta.

Por buscarle algún otro punto negativo (siempre tiene que haberlos), quizá esa intención de hacer llorar al espectador pueda hacerse demasiado evidente en algún momento.  Está claro que la película es dramática a más no poder y así nos la venden, pero puede que con motivo de esa búsqueda por lo trágico puntualmente haya alguna vuelta de tuerca de más en el guión (que sigue siendo sobresaliente), lo que puede provocar que a algún espectador la película se le haga empalagosa en algún momento. Aviso ya que no fue mi caso, pero es cierto que en determinadas escenas a la cinta se la ve venir en sus intenciones.

En cualquier caso, más allá del afán lacrimógeno la película funciona y muy bien. Buena muestra de ello son las cifras que está cosechando en taquilla. Como apunte, decir que quien escribe esto pudo comprobar como se proyectaba en tres salas del cine, y en todas ellas las dos últimas sesiones tenían el aforo completo. Hablar de entradas agotadas en seis sesiones con la que está cayendo y teniendo en cuenta como ha atacado la reciente subida del IVA a la industria cinematográfica, es un dato muy significativo.

En fin, toda una joya con sello patrio que luce como pocas. Una invitación al dolor y a la lágrima que quiere tocarnos la fibra, pero sin dejar de recordarnos que en situaciones extremas puede salir lo mejor de cada uno. No hay que buscarle más premisas a Lo Imposible. Lo mejor que se puede hacer para disfrutarla y sufrirla es aceptar el sencillo juego que nos propone, proveerse de palomitas, tener a mano los kleenex y dejarse llevar… como una ola (y perdón por el símil).

Puntos fuertes:

-         La sencillez y eficacia del planteamiento.
-         Ambientación y trabajo técnico en general, literalmente el tsunami entra en la sala del cine.
-         Los actores, los actores y los actores.
-         La marca española.

Flojea en:

-         Momentos muy puntuales de movimientos con cámara al hombro que pueden resultar incómodos.
-         Ocasionalmente el afán por tocarle la fibra sensible al espectador se hace un poco obvio.

PUNTUACIÓN: 8/10

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